La RAE desafina
Con frecuencia echo mano del diccionario de la Real Academia Española por dos razones principalmente: la primera es que de vez en cuando necesito comprobar algunos términos para evitar que las interferencias de mi lengua materna me puedan inducir a inventar alguna palabra y la segunda es que es gratis y fácilmente accesible en Internet. Pero si tuviera que comprar un diccionario, difícilmente me decantaría por una publicación en la que los términos musicales están tan poco cuidados que algunas de las voces llegan a ser realmente penosas. No sabría decir a qué se debe esta falta de limpieza, brillo y esplendor, pero sospecho que tiene que ver con la escasa consideración que la música tiene en nuestro país, algo que duele especialmente cuando viene de una institución cultural.
Un primer ejemplo es el caso del término sincopado, definido como «Dicho de una nota: Que se halla entre dos o más de menos valor, pero que juntas valen tanto como ella. Toda sucesión de notas sincopadas toma un movimiento contrario al orden natural, es decir, va a contratiempo». La primera frase es totalmente incorrecta: las notas que preceden y siguen a una nota sincopada no tienen por qué ser de menor valor ni tampoco su suma tiene que equivaler a ella. Y la segunda frase, además de liosa (la palabra contratiempo es un término musical con un significado concreto que en ese contexto sólo sirve para confundir), es totalmente absurda: hablar de orden natural para definir un ritmo regular no tiene ningún sentido científico, ni musical ni físico, sino que se trata de una afirmación totalmente arbitraria. Y lo peor de todo: no es neutral ni inocua, pues se trata de una falacia con un fuerte hedor eurocentrista que tacha de contraria al orden natural la música de muchas culturas que han desarrollado el ritmo bastante más que la nuestra, que ha concentrado sus esfuerzos en otros elementos, por ejemplo la armonía.
La voz síncopa del mismo diccionario («Enlace de dos sonidos iguales, de los cuales el primero se halla en el tiempo o parte débil del compás, y el segundo en el fuerte») tampoco se salva de la mediocridad: no se trata de dos sonidos, sino de uno solo que empieza antes y se prolonga hasta después de uno de los pulsos (no necesariamente del tiempo fuerte del compás), neutralizándolo. Podría objetarse que la definición se refiere a la grafía, pero en este caso habría que hablar de dos notas ligadas y no de dos sonidos iguales (además, dos sonidos son iguales si no varía ninguno de los cuatro parámetros: altura, intensidad, timbre y duración; sin embargo, una síncopa sólo necesita que se mantenga invariada la altura).
Otro patinazo está en la definición de timbre («Calidad de los sonidos, que diferencia a los del mismo tono y depende de la forma y naturaleza de los elementos que entran en vibración»), según la cual parece ser que dos sonidos de tono diferente no pueden diferenciarse también por el timbre, ni tampoco puede haber dos sonidos del mismo tono que tengan el mismo timbre. Y otro más en movimiento («Cada uno de los fragmentos de una sonata, una sinfonía, etc., de acuerdo con el contraste de tiempo existente entre ellos»), ya que un movimiento de una sonata, una sinfonía o un concierto puede tener contrastes de tiempo, algo muy frecuente a partir del Romanticismo pero también presente en algunas obras barrocas o clásicas.
Además hay algunas definiciones de términos musicales que son incompletas (p.e. agógica) y otras sencillamente no aparecen (entre éstas están una palabra que ayudaría a entender qué es una síncopa, metro, y otro término tan importante en música como para hacer incomprensible la ausencia de su acepción específica, dinámica).
En honor a la verdad, hay que reconocer que también hay entradas que están siendo enmendadas, como es el caso de ritmo, muy embrolladora en la versión actual («Proporción guardada entre el tiempo de un movimiento y el de otro diferente») y notablemente mejorada en la próxima («Proporción guardada entre los acentos, pausas y repeticiones de diversa duración en una composición musical»).
No quisiera resultar pedante, pero no puedo evitar destacar una última barbaridad, la contenida en la voz polifonía («Conjunto de sonidos simultáneos en que cada uno expresa su idea musical, pero formando con los demás un todo armónico»): si cada uno de los sonidos de una obra expresara una idea musical diferente, estaríamos apañados.
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