Rebota, rebota…

Stop noiseHe estado buscando inútilmente en Internet el antónimo de la palabra anecoico, cuya definición, según el DRAE, es «Capaz de absorber las ondas sonoras sin reflejarlas». Mi deseo era conocer una palabra con la cual definir mi Aula de Música, un espacio que, al revés de lo que pasa con una cámara anecoica, es absolutamente incapaz de absorber las ondas sonoras, reflejándolas totalmente desde una superficie a la otra. Los únicos que absorbemos los sonidos somos mis alumnos y alumnas y yo: lo malo es que la mayoría de esas ondas nos entra por las orejas, machacándonos sin piedad todo el aparato auditivo, el sistema nervioso y, debido a la necesidad de incrementar la intensidad de nuestras voces, el aparato fonador.

Si encontrara una razón de consuelo al compartir desgracias (menos mal que no la encuentro, que si no, como dice el refrán, sería tonto) me daría diariamente una vuelta por las demás aulas, los espacios en los que el alumnado pasa la mayor parte de su tiempo: todas tienen unas condiciones acústicas de auténtica pena. Y quiero subrayar que no estoy reivindicando las condiciones ideales para hacer música, sino las condiciones mínimas para trabajar eficaz y saludablemente en cualquier asignatura.

Cabe señalar que mi centro es de construcción muy reciente, siendo éste su segundo año de funcionamiento. Entonces, si se ha construido en 2008, en pleno siglo XXI, ¿por qué razón se ha construido tan mal desde ese punto de vista (o mejor sería decir de oído)?

En realidad no sé dar una explicación, pero se me ocurren varias razones, todas lamentablemente absurdas. Vamos a formular algunas hipótesis.

Hipótesis 1: ni siquiera se llegó a plantear la necesidad de que las aulas tuvieran una buena acústica.

Parece realmente muy difícil de creer, ya que se supone que tanto los que encargaron la obra como los que diseñaron el proyecto considerarían la importancia de que el edificio reuniera las características necesarias para desenvolver eficazmente la función para la cual se construye, esto es, reunir más de 3 decenas de personas durante 6 horas diarias en un espacio cerrado y de dimensiones muy ajustadas para realizar una cantidad muy variada de actividades que producen sonidos (e, insisto, no me refiero sólo a la clase de Música, sino de todas las asignaturas) y a la vez necesitan un ambiente tranquilo que favorezca la concentración. De todas formas, para no descartar totalmente esta hipótesis, he de decir que en más de una ocasión he estado en teatros de reciente edificación en los cuales es necesario emplear un sistema de megafonía para que el sonido llegue a todos los espectadores, lo que supone una vuelta atrás de más de 2.500 años.

Hipótesis 2: se planteó esa necesidad y se intentó satisfacerla, pero el resultado fue diferente al deseado.

Creo que esta hipótesis es todavía menos creíble que la anterior: no hacen falta grandes conocimientos de acústica arquitectónica para afirmar que la construcción de una aula en la que se pueda dar clase de una manera digna y saludable es bastante más sencilla que la de un teatro. Dicho de otra manera: no creo que existan arquitectos tan malos como para equivocarse tanto.

Hipótesis 3: se decidió abaratar costes de construcción renunciando conscientemente a conseguir unos espacios que cumplieran correctamente su función sin poner en peligro (y, en muchos casos, perjudicar) la salud auditiva, vocal y psíquica de alumnado y profesorado, además de la eficacia del trabajo y la convivencia en las aulas.

En esta época en que la especulación, la corrupción y la mala administración han destrozado la economía pública hasta el punto de que tengamos que contemplar impotentes unos injustos recortes sociales y salariales, es muy probable que se haya decidido limitar el gasto sobremanera, empleando los materiales menos adecuados y dejando el trabajo a medio acabar (baste comentar que los techos son de hormigón visto), ignorando conscientemente las consecuencias que dicha decisión iba a tener en la funcionalidad de la obra terminada.

Si las razones fueran las contenidas en las primeras dos hipótesis, habría alguna esperanza de que la Junta de Andalucía se implicase en la enmienda del error y procurase no repetirlo en el futuro. Sin embargo, estoy convencido (aunque abierto a que se me demuestre lo contrario) de que la causa de que nuestras aulas no reúnan las condiciones adecuadas para su función es la de la tercera hipótesis, lo que alimenta mi pesimismo sobre una solución rápida y eficaz a este grave problema.

Seguramente habrá alguien que, leyendo estas líneas, piense que estoy exagerando un poco y que el problema no es tan grave como lo describo. De hecho hay mucha gente, demasiada, que no está concienciada de los problemas fisiológicos, psicológicos y sociales que puede provocar la contaminación acústica y minimiza o hasta ironiza sobre estos riesgos a los que estamos sometidos diariamente tanto el alumnado como el profesorado.

Para intentar hacerle cambiar de idea describiré alguna escena frecuente en mi centro: si dos o tres niños charlan en voz baja al fondo del aula no consigo entender lo que me dice un alumno que esté a mi lado y si me dirijo a ellos para pedirles silencio tengo que hacerlo gritando porque si no no me oyen; una compañera (de Lengua, no de Educación Física) ha optado por utilizar un silbato en el aula justamente para evitar gritar: si no sigo su ejemplo es porque temo más los problemas auditivos que los foniátricos; cuando escuchamos música, ésta siempre va acompañada como mínimo del ruido que las sillas (plegables) hacen con cualquier pequeño movimiento de los que las estén utilizando; cuando cae una flauta al suelo (lo que ocurre varias veces al día), el ruido es tan fuerte que la sensación que percibo es muy molesta y a veces hasta llega a ser dolorosa; los mismos alumnos/as se quejan del ruido que les acompaña constantemente durante las 6 horas y media que permanecen en el instituto.

¿Soluciones? No se me ocurre ninguna. Espero recibir algún comentario con ideas cuya realización sea posible dentro del contexto económico en que vivimos.

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  2. Óscar Reply

    Hola Massimo. Esto de la reverberación debe ser un problema muy molesto, y complicado de solucionar a menos que puedan poner un buen revestimiento acústico. No sé cómo de grande será tu aula de música, pero puedes probar a disponer materiales absorbentes del sonido por techo y paredes, como mantas, elementos de gomaespuma, paneles de porexpan… se me ocurre un proyecto de plástica: que los niños decoren con témperas los típicos cartones de huevos y después revestir con ellos algunas zonas de la pared… jeje no sé si será muy efectivo, pero igual algo hace. Quedaría chulo un diseño pixelado con cartones de colores…
    Un saludo.

  3. Antonio Calvillo Reply

    Mássimo, pues sí que lo tenéis mal.
    Lo mejor para el aislamiento acústico, son los paneles acústicos, pero se te va una pasta.

    Si no quieres parecer un ponedero de gallinas, podría valerte con una moqueta gruesa en el suelo (puedes conseguirla bastante barata en centros de bricolaje) y unas cortinas en las ventanas.

    Las paredes no deben estar desnudas, pero puedes suplir los cartones de huevos con mobiliario escolar (estanterías, armarios…). Lo que debes conseguir, es que el sonido, si tiene que rebotar (puesto que no hay presupuesto para acondicionar el espacio con material profesional) encuentre tan pocas paredes lisas como sea posible o en su caso, revestirlas con material absorbente (paneles de corcho para pinchar trabajos o láminas de adorno por ejemplo. Son muy baratas y puedes comprar rollos por metros)

    En fin, un poco de paciencia, ingenio… y caramelos de miel?

    Un saludo

  4. Alejandro Reply

    Saludos. En cuanto a consejos, coincido con las dos personas que han intervenido antes que yo; lo de la moqueta en el suelo y el disponer el mobilario por la clase de forma que las paredes no estén desnudas son las soluciones más baratas (teniendo en cuenta que, a nivel general, los Centros no están muy boyantes que digamos).

    Cuando leo problemas como éste, creo que los recortes de presupuesto (como causa) son la punta del iceberg de esa doble moral que inunda todo lo que la política toca. Pienso que lo que subyace en todo esto es la total desconsideración que la Administración tiene por la Educación en sí misma. La cosa es ponerse la medalla por levantar un colegio… y al final termina siendo como el refrán: «caballo grande, anda o no ande».

    Con todo esto de las nuevas tecnologías y Escuela 2.0 pasa tres cuartos de lo mismo. El despliegue de medios ha sido «impresionante»… ordenadores portátiles para los alumnos, pizarras digitales carísimas… y cuando todo este material diga a la vuelta de dos años o tres «me empiezo averiar», a ver de dónde sale el dinero para repararlo. Todo esto sin tener en cuenta que no pocos Centros han recibido toda esta tecnología sin tener (pese a solicitarlo con insistencia) instalaciones decentes de calefacción o aire acondicionado, o una dotación básica de instrumentos para el aula de música (por poner dos de tantos ejemplos).

    En fin compañero, ánimo, que en todas partes cuecen habas.

  5. Massimo Pennesi Reply

    Muchas gracias, amigos, por vuestros consejos y por ofrecerme un abanico de ideas de las que espero poder realizar alguna.

    Los muebles sólo se pueden poner en una de las paredes (y de hecho ya hay unos armaritos) por razones de espacio y de ventanas.

    Voy a estudiar lo de la moqueta, del corcho y del poliexpán junto con la Directora (por el tema económico) y el compañero que lleva el Plan de autoprotección (por el tema de seguridad contra incendios).

    Ya os contaré las novedades.
    Un abrazo

  6. Antonio Temprano Reply

    Hola Massimo,

    Yo estoy convencido de que a la hora de diseñar un colegio o instituto nadie tiene en cuenta las necesidades en materia de sonido. Es un terrible error que demuestra la falta de seriedad con la que se hace casi todo en este país y que -por si alguien piensa que se ahorra algo no adecuando las aulas desde el punto de vista acústico- tiene enormes costes, en forma de profesores dados de baja por disfonías variadas y alumnos con fracaso escolar propiciado por el hecho de que viven en un ambiente ruidoso que les impide rendir adecuadamente.

    En cuanto a las soluciones, la mejor en calidad-precio que he podido experimentar hasta el momento es la siguiente:

    – Enmarcar las aristas de las paredes con listones de pino de unos 4 cm. de alto
    – Rellenar el interior de esos marcos -es decir, toda la pared- con planchas de lana de roca (de color verde oscuro) (es mejor que la típica fibra de vidrio de color amarillo, debido a su superior resultado a la hora de tratar con las frecuencias graves)
    – Usar los marcos para tapar la lana de roca con tela de arpillera no muy tupida (con el fin de que deje pasar el sonido y este se pueda «perder» en el interior de las fibras de la lana de roca).

    Lógicamente, es una solución de tipo casero de la que no se pueden esperar maravillas, pero sale muy barata en comparación con una más profesional (que tampoco es que den un gran resultado a pesar de su precio). Si consigues implicar a los del AMPA, te lo pueden montar ellos en una o dos tardes.

    Saludos y suerte.

  7. Massimo Pennesi Reply

    Hola Antonio,
    Tienes toda la razón: a pesar de que esos graves defectos de construcción se deben a la intención de reducir costes, al final lo barato sale caro. Pero ya sabemos cómo funciona: el que gasta en una partida (edificación) ni se preocupa de lo que se tendrá que gastar en otra (malos resultados del alumnado con repeticiones innecesarias, bajas laborales del profesorado,…) para corregir sus errores.
    Tu idea de la lana de roca me parece estupenda. Una de las paredes sería fácil de revestir y, realizando ese trabajo junto con un falso techo de poliexpan, quizás diera buenos resultados.
    A ver si me acerco a una gran superficie de materiales de construcción que hay cerca del IES para ver los costes y estudiar su viabilidad.
    Muchas gracias y un abrazo

  8. Mariano Pradillo Reply

    Hola, Massimo.
    Soluciones arquitectónicas hay pocas y que sean baratas. Sobre todo cuando la arquitectura acústica no acompaña.
    Lo de los cartones de huevos no es buena solución porque acaba pudriéndose y además le suelen salir bichitos. Creo que lo mejor es el encorchado de todas las paredes. Además, así se pueden colgar los trabajos de los alumnos sin deteriorar la pared que luego siempre están llenas de agujeros, desconchones y manchas, ahorrándose la pintura cada dos años.
    Por otro lado, es increíble que los arquitectos tampoco tengan en cuenta otros muchos detalles como los radiadores a la vista, las puertas sin seguridad para no pillarse los dedos, extintores a la altura de los niños, etc. Pero ése es otro tema.
    Les hablamos de la contaminación del medio ambiente, del reciclaje, de la separación de residuos e incluso empezamos a hablar de la contaminación lumínica, pero se nos olvida la acústica.
    Según algunos estudios se ha demostrado que el oído es el último sentido que se pierde cuando morimos. Por tanto el oído siempre está alerta y siempre está trabajando, pero no nos damos cuenta.
    Otros estudios dicen que el sonido a grandes decibelios produce la deshidratación (por eso los conciertos ruidosos están patrocinados por marcas de bebidas) En fin, que el sonido/ruido está presente en nuestra sociedad y es también contaminante.
    Pero lo de la contaminación acústica (cómo evitarla) pasa también por la educación y concienciación a padres, profesores y alumnos. Cuántas veces vemos que los propios profesores pegan voces para llamar a algún niño, en vez de acercarse a él directamente y decírselo.
    Creo que la solución más barata es educar y concienciar en no hacer ruido, pero no sólo desde el aula de música sino en todas las aulas y pasillos. Vemos a los alumnos chillar o correr o hacer ruido por todo el colegio y muchas veces nuestros propios compañeros no les llaman la atención.
    Por un mundo donde el silencio sea el sonido más bello.
    Muchas gracias, un saludo.

  9. Massimo Pennesi Reply

    Muchas gracias por tu comentario, Mariano.
    Efectivamente, si nuestra sociedad tuviera conciencia de los daños que provoca la contaminación acústica, posiblemente los responsables de la construcción de los centros escolares no descuidarían ese aspecto, pues padres y madres no se lo permitirían.
    Tampoco deberían permitirlo los responsables, directos e indirectos, de la tutela de la salud en los centros de trabajo, pero, en este período más que nunca, tristemente parece ingenuo esperar que alguien se preocupe por los intereses de los trabajadores y trabajadoras.

  10. Engracia Reply

    Tuvimos el mismo problema en mi centro con el aula de nueva construcción. Se solucionó colocando un falso techo de placas de un material parecido al porexpan. No recuerdo cuánto costó, pero fue solución definitiva.

  11. Massimo Pennesi Reply

    Efectivamente Engracia. Esa es la misma solución que encontramos para el aula de música, definitiva pero demasiado cara como para poder aplicarla a todas las aulas.
    Hacerlo bien desde el comienzo hubiera sido sin duda mucho más barato y eficaz.

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